Historia de la imagen
Un poco de historia …
La imagen titular tiene su origen histórico en tiempos de los Reyes Católicos. Estos lo llevaron en sus reales en cuantas batallas libraron contra los moros, de ahí su nombre.
Es de barro cocido, materia noble que realza su calidad y valor artístico. Es un busto de Nazareno con túnica morada, corona de espinas y cruz silueteada de finales del S. XV y cuyo autor es Luca della Robbia. Mide 60 cm. De altura, ya para facilitar su traslado, sobre todo en los campos de batalla, está colocada en una hornacina cupulada. Destaca su rostro, por la expresión profunda de su mirada, en la que deja entrever los efectos de ternura y bondad, que parece transmitir, e invita a seguirle a cuantos le contemplan.
Esta imagen fue un regalo, entre otros, hecho por los Reyes Católicos a la fundadora del antiguo convento de Dominicas de Aldeanueva, trasladadas después a Ávila. Desde 1940 está al cuidado de las Religiosas Misioneras de Santo Domingo, en la llamada capilla de Mosén Rubí.
A su poder milagroso debieron los Reyes Católicos sus mejores conquistas, y se les manifestó con un milagro singular: Estando para dar una batalla y según piadosa costumbre, invocaban los ejércitos al Apóstol Santiago, patrón de España y en voz clara que percibieron todos habló el Santo Cristo diciendo: ”No es necesario otro socorro, estando yo aquí”. Desde entonces, la Sagrada Imagen, fue objeto de una mayor veneración por parte de todos. Y en señal de maravilloso prodigio, el Santo Cristo, que hasta aquel momento había tenido la boca cerrada, quedó con ella entreabierta. Y así permanece hoy.
Es una imagen prestigiada por los innumerables hechos milagrosos, que le han dado fama universal. En la actualidad se puede dar testimonio de varios hechos prodigiosos obtenidos por su intercesión, y de la enorme y continuada afluencia de devotos.
Que el Señor dador de todo bien, siga derramando sus bendiciones por intercesión del Cristo de las Batallas.
Origen de los cordones.
Encontrándose gravemente enferma, a consecuencia de un cáncer, una bienhechora de la Comunidad hizo una novena al Cristo de las Batallas, pidiéndole con gran fe la curase de tan dolorosa enfermedad. Y con este ánimo depositó en Él su confianza. El último día de la novena se sintió impulsada a pedir a las religiosas que le diesen un pañito tocado a la venerada imagen, y se lo aplicó a la llaga, experimentando la curación deseada.
Agradecida, se dedicó, en acción de gracias, a publicar el hecho y a propagar la devoción al Sto. Cristo.
Casos similares se verificaron en breve tiempo.
Desde entonces, con objeto de facilitar la piedad y devoción de los fieles, se sustituyeron los pañitos por los cordones, que se siguen distribuyendo, y que en muchas personas han demostrado no ser menos eficaces.